7 de junio de 2017

Corredor China- Paquistán: nuevas dimensiones geopolíticas en Asia

Los países asiáticos juegan sus cartas de manera contundente frente a Occidente.


Frente a un Occidente que se rehúsa a aceptar el advenimiento y consolidación de un mundo multipolar y que repliega su propio discurso neoliberal, los países asiáticos juegan sus cartas de manera contundente. Una adecuada infraestructura es una precondición para la integración económica de países vecinos, así como para la estabilidad de la región: el Corredor Económico China- Paquistán (CECP) es parte de esa visión, pero sobre todo es la expresión de cómo China entiende las reglas de la siguiente era globalizadora.

 La bandera de la nueva Ruta de la seda

En el 2013, el presidente Xi Jinping, presentó al mundo el ambicioso proyecto de integración euroasiática conocido como “Belt & Route” (OBOR) o la nueva Ruta de la seda. Una sombrilla de megaproyectos en tierra y mar, que incrementarán la conectividad entre Asia, Europa y el continente africano en las próximas décadas. La iniciativa involucra 65 países, representa el 30% de la economía global y su construcción demandará una suma cercana a los US$5 trillones.

“Belt and Route” fue la respuesta china al Acuerdo Transpacífico que lideraba Estados Unidos para debilitar el avance del gigante asiático. El Corredor Económico China-Paquistán (ECCP), en ese contexto, es el proyecto de mostrar, por ser el mayor de los que se adelantan fuera de China, sumado a su innegable impacto económico en la región del sur de Asia y a los efectos en el balance de poderes en la región, los cuales han despertado las alarmas de India.

US$ 46 billones cuesta poner a China en el Océano Índico

En abril de 2015, China y Paquistán suscribieron el acuerdo para la construcción de una ruta de 3.218 kilómetros que se desarrolla en cuatro fases, hasta el 2030. El proyecto de interconectividad más grande del planeta incluye autopistas, líneas ferroviarias, oleoductos, gasoductos, puertos marítimos y secos, aeropuertos, líneas de metro, líneas de fibra óptica para telecomunicaciones y planes para la generación de energía.

El corredor, cuyo costo estimado inicial fue de 46 billones de dólares, une la ciudad de Kashgar en la remota región suroccidental de China, Xinjiang, con el puerto de Gwadar, localizado en la costa de Baluchistán (Paquistán) en el Mar Arábigo. Una ruta que le permite a China acceder al Océano Índico sin pedir permiso a India, además de administrar de manera más segura el transporte de petróleo que viene del medio oriente y que alimenta su ingente actividad industrial. China reducirá de 12.000 a 3.000 kilómetros la distancia en transporte marítimo del 80% de sus necesidades energéticas, además de mejorar su posición estratégica en el mar frente a rivales como India, Estados Unidos o Japón.

Según analistas paquistaníes, el corredor permitirá en el mediano y largo plazos, la ansiada interconexión de los hoy aislados países de Asia Central con Europa, el Medio Oriente, Irán e India, además de rutas más eficientes para transar su riqueza con el resto del mundo. Por supuesto, el primer beneficiario del flujo de inversiones públicas y privadas es Paquistán, que podrá superar la precariedad de su infraestructura comercial, rejuvenecer su red de telecomunicaciones, superar la crisis energética y generar millones de empleos que, en últimas, pondrán un freno a las decenas de grupos terroristas que operan en su territorio.

“China reducirá de 12.000 a 3.000 kilómetros la distancia en transporte marítimo del 80%, además de mejorar su posición estratégica en el mar frente a rivales como India, Estados Unidos o Japón”

Los nuevos ejes de poder: el factor India

Pero la conveniencia y capacidad integradora del Corredor Económico, está cuestionada por importantes actores. Nuevos poderes económicos en la región han cambiado los ejes tradicionales del comando. Al caer el muro de Berlín en 1989, India, tradicional aliada de la desaparecida Unión Soviética, se encontró aislada en su propio territorio. La exacerbación de conflictos limítrofes con casi todos sus vecinos y el avance de China en la región, mediante la construcción de infraestructura terrestre y marítima en países como Sri Lanka, Nepal, Myanmar, la empujaron a tender lazos más estrechos con su vecindario, el sudeste asiático y posteriormente con los Estados Unidos.

A mediados del 2.000, los ejes de poder ya se encontraban redefinidos: Estados Unidos – India – Japón, con el claro interés de ralentizar la expansión económica y militar de China, y el eje China-Paquistán, con misiones como la de contrarrestar la incidencia de los Estados Unidos en Asia, defender a Paquistán del poder militar de India y colocar una poderosa barrera en la proximidad de Rusia e India, que los dos países, pese a los cambios en los sistemas políticos, han procurado mantener.

El gobierno de Narendra Modi se opone a un proyecto que atraviesa una zona en disputa entre India y Paquistán en la región de Cachemira y sostiene que la iniciativa atenta contra la soberanía india, y que internacionaliza un conflicto que el país siempre quiso mantener en el ámbito bilateral, dada su complejidad y peculiaridades.

El gobierno de Modi responde al corredor con prevención, alerta sobre la expansión de China en el Mar del Sur y prioriza sus propios planes de corredores transnacionales –en los cuales juega un importante inversionista es Japón– además de su agresiva política de industrialización. Por su parte China busca la vinculación de Rusia, el antiguo aliado de India al emprendimiento, con el fin de reducir las tensiones y evitar el fracaso de su proyecto bandera.

Oportunidades, o distanciamiento regional

Los escenarios para el continente asiático parecen signados por el dualismo: o Asia se une en torno a sus iniciativas de interconectividad para confrontar el mermado poder de Occidente, superar de facto sus confrontaciones y merecer el protagonismo que le asignan los ejercicios de prospectiva global, o el continente alcanzará un enorme desarrollo económico pero no suficiente para superar sus conflictos políticos, étnicos y religiosos, lo cual acabaría reduciendo los alcances de su desarrollo material.

Si el Corredor Económico se convierte en un vector de integración y equilibrio continentales se revelará como un ejemplo de lo que la articulación económica puede hacer por el progreso y la paz en la postmodernidad. Si el Corredor sucumbe en medio del ascenso de las contradicciones políticas, simplemente Asia continuará mostrando notables indicadores, pero navegando como un gigante interoceánico que sobrevive bajo las amenazas de los conflictos entre credos, formas de Estado, diferendos territoriales y estructuras de poder, los cuales se encargarán de sacudir la ruta de avance con explosiones en medio oriente y la parte oriental de Eurasia, en Cachemira, Indochina, la península de Corea y otros lugares.

Diferir la resolución del conflicto India – Paquistán en Cachemira, o profundizar las diferencias entre tendencias al interior de los credos mayores, sería una calamidad histórica para un continente llamado a incidir en el fututo de la humanidad. Confiemos entonces en que el Corredor represente una nueva dimensión en el ámbito geopolítico y un escenario congregante para el entendimiento entre los protagonistas de la historia de los lustros por venir.

Dra. Soraya Caro Vargas
Directora: Centro de Estudios sobre India y Asia Meridional CESICAM
Universidad Externado de Colombia

Publicado en El Tiempo, el 30 de marzo de 2017